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Mira que estoy hablando desde el búnker de mi alma.
¿Sabes lo que es un búnker? –¿Sí sabes?- ¡Bueno, desde allí!
Allí tengo:
Una caja de fósforos con tu mirada.
Un botellón de besos potables de tus labios.
Un celular con batería y saldo para una sola llamada, tu nombre.
¿Recuerdas cuando alguna vez, frente a un espejo, los dos sentados; yo detrás de ti: abrazaba tu espalda desnuda y mis piernas rodeaban tus caderas? ¿y me decías sentirte seguro al desnudarme tus sentimientos todos? ¿Recuerdas?
Quizá no, pero justo así; desnuda yo, estoy ahora; completa y frente a ti.
He definido claramente un objetivo: -“Ser feliz”-;
pero internamente mis partes sabotean la misión.
Partes que se niegan a ser sordas y ciegas a esas serenatas y flores y debilidades propias de un amor en ruinas.
Y me consigo literalmente anclada en cada frase cantada, en cada gesto dado. Por aquello del romanticismo, tal vez.
Por aquello de vivir las canciones, quizás.
Se terminó la canción y con ella el dulce viaje. Porque ha sido falsa alarma, eso han sido la serenata y las flores. Una falsa alarma, donde mi corazón corrió hacia el búnker. Y una vez allí, descubro que se trató de un simulacro; y me cuesta salir de allí.
… Más brindada que blindada.
Intento de búnker, refugio, una guarida;
empalizada hecha en hierro y de hormigón;
para burlar venablos de una ida pasión
dándole tiempo al viento y así secar la herida.
En ese sitio guardo enlatados de vida
también hay bellos versos de un amor dulzón,
cerillas; sus ojos para mi dilación
potables; sus besos, para mi eterna huida.
Es una fortaleza en la que no hay salida
sabiéndote la entrada, la seña y su versión.
Y en mi despilfarro de dulce rendición…
¿responderá tu amor mi loca acometida
o desde este percance, surgirá una canción
y poco a poco, cedo y olvido tu venida?
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Por Carmen Teresa Macareño
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(Tú me frecuentas a diario, aún sin saberlo siquiera tú)
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