Los quereres sin poderes
son en el aire castillos,
donde habitan duendecillos
de momentáneos placeres.
Allí no existen deberes
ni deudas ni un mal vecino,
solo el deleite divino
que se esfuma con la brisa,
cuando se vence la visa
o se vuelve amor genuino.
son en el aire castillos,
donde habitan duendecillos
de momentáneos placeres.
Allí no existen deberes
ni deudas ni un mal vecino,
solo el deleite divino
que se esfuma con la brisa,
cuando se vence la visa
o se vuelve amor genuino.
Son mis ilusiones infantiles las que todavía me hacen decir si percibo una fisura en la coraza de un hombre: no todo está perdido, hace falta poco para hacer palpitar a ese corazón detenido. Elìas Canetti
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