mi travieso pensamiento
elevando el sentimiento
al pedestal que instauraste.
Y mano a boca abonaste
mi amor para el sembradío,
y llenamos el vacío
con besos sabor a piel,
empapando aquel mantel
con gotitas de rocío.
El tiempo y su afable paso
poco a poco fueron dando,
un giro hasta ir acoplando
tu amanecer con mi ocaso.
Y de aquel hermoso lazo
color -cariño bonito-,
se deshilacha marchito
porque al igual que la vida,
el final tiene cabida
en nosotros -de a poquito-
En el círculo se confunden el principio y el fin. Heràclito de Efeso
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