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-Por Alfonsina Storni-
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Señor, Señor, hace ya tiempo, un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, la poesía.
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Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
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Señor, Señor: mi espalda está desnuda:
haz restallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos.
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Que está la tarde ya sobre mi vida,
y a esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, Señor, haciendo versos.
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, la poesía.
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Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
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Señor, Señor: mi espalda está desnuda:
haz restallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos.
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Que está la tarde ya sobre mi vida,
y a esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, Señor, haciendo versos.
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¿Qué importa que la estrella esté remota y deshecha la rosa? Aún tendremos el brillo y el aroma. León Felipe
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